Clenardo, cuyo nombre era Nicolaes Cleynaerts (Diest, 1495-Granada, 1542), estudió en Lovaina, donde se graduó en Teología; allí, en el Colegio Trilingüe, inició su carrera profesional. Las circunstancias poco favorables que encontró en su país le impulsaron a aceptar el encargo del hijo de Cristóbal Colón para organizar en Sevilla la Biblioteca Colombina, pero no llegó a trabajar allí porque interrumpió su viaje en Salamanca al ver la posibilidad de aprender aquí árabe, en cuyo conocimiento estaba interesado como instrumento imprescindible para convertir a los musulmanes. En efecto, trabó contacto con Hernán Núñez de Guzmán, el Pinciano, del que recibió algunos rudimentos de esta lengua. En 1533, durante un tiempo muy breve, enseñó latín y griego en la Universidad de Salamanca, pero fue reclamado en Portugal como educador del príncipe Enrique, hermano del rey Juan III de Portugal; de allí marchó a Granada y estuvo una temporada en Marruecos, llevado por el interés en el conocimiento de la lengua y la cultura árabes. Murió en Granada en la pobreza.
Clenardo encarna el programa científico que subyace a la creación de los colegios trilingües en distintas Universidades. Gracias a su correspondencia se puede confirmar su estrecha relación en actitud, método y objetivos con las líneas trazadas por Erasmo para la enseñanza de las lenguas clásicas (incluidos el hebreo y el árabe), siempre considerándola al servicio de la religión. Siguiendo a Erasmo, en sus clases procuraba crear un ambiente agradable para los alumnos. Posponía el aprendizaje de la gramática en lo posible y, cuando llegaba el momento, elaboraba tablas claras que facilitaran la tarea. En el caso del latín, su método era enseñarlo como si fuera una lengua viva; según sus propias palabras, de una manera similar a la de los comerciantes cuando aprendían lenguas vernáculas.
Además de gramáticas de hebreo y latín (BG/11255 y BG/33182), de enorme éxito a lo largo de los siglos XVI y XVII, Clenardo publicó en 1530 Institutiones in linguam Graecam, una gramática de griego de la que hasta 1783 se hicieron más de 200 ediciones en varios países europeos. El texto tuvo gran éxito, además de por su carácter sistemático, porque cubría la laguna existente entre las introducciones elementales y las grandes gramáticas. Fue comentado, entre otros, por el Brocense y Petrus Antesignanus (BG/11216). La BGH conserva, como muestra de esa popularidad, ejemplares de distintas ediciones. Esta, en concreto, es una reedición de la primera, también salida de las prensas de Rutgerus Rescius, profesor de griego e impresor en Lovaina.
La obra comienza presentando el alfabeto y la pronunciación (él defendía la pronunciación bizantina frente a la “erasmiana”, que pretendía reconstruir la antigua, y se considera que fue el responsable de la extensión de la primera en España) y las partes de la oración; a continuación ofrece en esquemas claros la morfología nominal y verbal, el resto de los elementos de la oración y, finalmente, los acentos; cierran la gramática apenas cuatro páginas de sintaxis.
Bibl.: Ciccolella 2008; Klucas 1992; López Rueda 1973; Signes, 2016; Stammerjohan 2009; Swiggers 2018.