En el mundo griego el interés por el lenguaje se inicia en el ámbito filosófico, con los sofistas, Platón, Aristóteles, estoicos y pitagóricos. A partir del siglo III a. C. los estudiosos de Alejandría iniciaron muchos trabajos encaminados a la comprensión y la valoración de los textos literarios clásicos, lejanos ya para ellos en el tiempo y compuestos en dialectos literarios que les resultaban ajenos. Por otra parte, en la misma época se proyectó la creación de una lengua estándar del mundo helenizado: la koiné, que además de ser una lengua común oficial pretendía ser exportada a las zonas de influencia griega. Desde el siglo II a. C. Grecia estuvo incorporada al imperio romano pero eso no afectó a la mayor parte de la población en lo que se refiere a la lengua.
En el siglo IV d. C. la separación del Imperio romano en dos mitades provocó la pérdida del contacto entre ellas. En Oriente, mientras la capital fue Constantinopla, la lengua oficial siguió siendo el latín y su enseñanza era obligatoria, pero esta situación duró poco y a partir del siglo VIII el latín dejó de estudiarse. En Occidente, el griego fue olvidándose paulatinamente y el desconocimiento fue la tónica general durante toda la Edad Media. Mientras, los bizantinos siguieron centrados en la enseñanza de su lengua con el fin de comprender las obras literarias clásicas y de ofrecerlas como modelos estilísticos. La relación entre ambos solo se recuperó en la última época del Imperio bizantino, que, forzado por la amenaza turca, envió misiones diplomáticas a Occidente; estas, dedicándose a la enseñanza del griego y a la difusión de su cultura, que veían amenazada, contribuyeron a revertir la situación anterior. Tras la caída del imperio en 1453 llegó una nueva oleada de refugiados. Esta circunstancia coincidió, por una parte, con un nuevo interés religioso por el Nuevo Testamento y, por otra, con el surgimiento del humanismo, que deseaba conocer en profundidad los grandes autores clásicos de lengua griega. La combinación de ambas circunstancias tuvo consecuencias decisivas: en primer lugar, los gramáticos bizantinos pasaron de enseñar griego a griegos a enseñarlo como lengua extranjera para el público occidental; después, su visión del griego como una lengua sin variaciones históricas fue transformada por los humanistas, que reconocieron patrones de evolución, lo que contribuyó a la renovación de la enseñanza posterior. En el terreno concreto de las gramáticas, a finales del siglo XV los originales griegos se tradujeron al latín, lo que facilitó el aprendizaje para hipotéticos estudiantes autodidactas.
En la Universidad de Salamanca destaca como primer ocupante de la cátedra de griego Arias Barbosa (1470-1540) y luego Hernán Núñez de Toledo, el Pinciano (1475-1553), que legó a la Universidad sus libros, anotados por su propia mano, como podemos ver en algunos ejemplares de la exposición. Asimismo, ocuparon esta cátedra el Francisco Sánchez de las Brozas (el Brocense) y su discípulo Gonzalo Correas.