|DICCIONARIOS LATINOS|

Ambrogio CALEPINO (1435-1510)

Dictionarium
ed. revisada y aumentada por Laurent Chifflet, Lyon: hermanos Anisson y Jean Posuel, 1681

BG/11034

 

Ambrogio Calepino (Castelli Calepio, 1435-Bergamo, ca. 1510) fue hijo ilegítimo de un noble, aunque fue reconocido; llevó, como monje agustino, una vida retirada de la que tenemos pocas noticias.

Su Dictionarium latinum, publicado en 1502 por el impresor Dionysius Bertochus, fue probablemente el diccionario más vendido del siglo XVI: 211 ediciones entre esta fecha y 1779. Hasta tal punto se hizo popular que su nombre se ha usado como término genérico para “diccionario”. La escasa calidad y el éxito rápido de la primera edición le impulsaron a revisarla y antes de morir dejó lista una nueva versión, que vio la luz en Venecia en 1520 gracias a los hermanos agustinos de su convento en Bérgamo.

En sentido estricto no se trata de un diccionario, puesto que presenta muchos elementos más propios de una enciclopedia: a veces los lemas contienen digresiones de índole histórica o cultural; también incluye una parte onomástica de antropónimos y topónimos.

Calepino se inspiró en la Cornucopia de Nicolò Perotti (un comentario enciclopédico sobre las obras de Marcial, rico en material lexicográfico, publicado después de la muerte del autor en 1489) y en las Elegantiae de Lorenzo Valla; con ellos compartía el ideal de restaurar la latinidad clásica. Esta intención le llevó a prescindir del latín tardío y medieval y volcar su atención en el latín clásico –de Plauto a Tácito–, en los gramáticos y en el latín humanístico, representado por Perotti y Valla.

Sin embargo, a pesar de que Calepino supone la ruptura con la tradición lexicográfica medieval y el comienzo de los diccionarios “modernos”, sus defectos son varios: solo alfabetizaba las tres primeras letras de las palabras; las referencias de las citas de los autores eran poco precisas, en ocasiones incluso solo mencionaba el autor y ni siquiera el título de la obra; el tratamiento de las distintas acepciones es poco matizado y a veces faltan algunas relevantes o los ejemplos no se corresponden con los significados; la presentación gráfica no es clara y las citas no se distinguen del texto. Así pues, recibió críticas, por ejemplo, de Juan Luis Vives (1492-1540), que reconocía sus méritos como compilador pero señalaba su incapacidad a la hora de paliar las deficiencias de sus fuentes. Pronto se percibió que era poco adecuado para un nivel más avanzado y pocos años después, basándose en él, pero corrigiendo muchos defectos, Robert Estienne publicó en 1531 su Thesaurus linguae latinae.

La obra de Calepino se tradujo enseguida al italiano y fue reelaborada, enriquecida y adaptada en versiones bilingües y plurilingües (más de 100 ediciones). Como curiosidad diremos que los jesuitas sufragaron en 1595 una edición con equivalentes en japonés. Pero realmente no se trata de diccionarios bilingües al estilo moderno: aunque las equivalencias en distintos idiomas puedan sin duda proporcionar información, su pretensión es explicar la cultura latina.

La presente edición, en la que aparecen adiciones del humanista español Juan Luis de la Cerda (1558-1643), es una versión en ocho lenguas: latín, griego, hebreo, italiano, alemán, francés, español e inglés, como se puede ver en la imagen que recoge la voz Bibliotheca.

 


Bibl.: Considine 2008; Soldi Rondinini y De Mauro 1973.