Eliyahu ben Ašer, conocido, entre otras maneras, como Eliyahu ha-Baḥur entre los judíos y Elías Levita entre los cristianos, probablemente naciera entre el 1468 y el 1469 en Neustadt (Baviera) dentro de una familia judía. A finales del siglo xv el Levita viaja a Padua para completar su formación y trabaja como copista además de componer el בָּבָא-בּוּך Bobo-buḵ, un romance caballeresco en yidiš. En 1509 se muda a Venecia, de donde partirá una vez más para recalar esta vez en Roma e integrar el círculo del cardenal Egidio da Viterbo (1469-1532), figura fundamental en el nacimiento de la cábala cristiana y quien trató frecuentemente, ya sea en persona o por carta, con orientalistas como Teseo Ambrogio, Johann Reuchlin o Sante Pagnino, que también estuvo en la órbita del cardenal. Bajo el mecenazgo de Egidio da Viterbo vio la luz el סֵפֶר הַבָּחוּר Sefer ha-Baḥur y comenzó a estudiar la masorá, que en su sentido más amplio incluye no sólo variantes y comentarios al texto de la Biblia hebrea, sino también todos los signos distintos a los consonánticos (vocales, acentos…). La actividad del Levita en Roma se vio interrumpida por el saqueo de la ciudad en 1527, que lo fuerza a huir de nuevo a Venecia. Allí trabajó como corrector de pruebas y profesor de hebreo, pero durante dos años (1540-1542) se hizo cargo en Isny (Ravensburg) de una prensa hebrea. De vuelta a Venecia y pese a su avanzada edad siguió revisando y publicando textos hasta su muerte en 1549.
Los méritos del trabajo de Elías Levita son objetivos y es sin duda una de las figuras más destacadas de su época en el estudio del hebreo. Sin menoscabo de ello, dos factores coadyuvaron a su fama. Por un lado, sus excelentes relaciones con los cristianos le permitieron convertirse en un profesor de hebreo notable en un momento en el que las universidades europeas apenas podían ofrecer docencia en lenguas semíticas y de este modo transmitir de una manera competente el grueso de los saberes conservados en hebreo y arameo por los judíos. Por otro, uno de los que se declaró discípulo suyo fue Sebastian Münster, que ejerció como propagador de las obras e ideas del Levita. Durante el humanismo las ediciones de las obras del Levita preparadas por Münster, ya como traducción latina, ya bilingües, desempeñaron un papel fundamental, aumentando las posibilidad del estudio del hebreo.
Este es el caso del סֵפֶר הַבָּחוּר Sefer ha-Baḥur, que en 1525 fue objeto de esta edición bilingüe, compuesta de derecha a izquierda, con la traducción latina en la página izquierda enfrentada al texto hebreo de la derecha. En 1537 salió también a cargo de Münster una versión solo con la traducción latina que no es la misma que presenta esta edición. La obra de Elías Levita se divide en cuatro מַאֲמָרִים maʔamarim ‘tratados’, lo que en la traducción latina es vertido como orationes. El primer מַאֲמָר maʔamar está dedicado a la morfología y función del verbo, el segundo atiende a la vocalización de las formas verbales, mientras que en el tercero y el cuarto desarrolla respectivamente la morfología nominal regular e irregular. Su doctrina gramatical depende de la de Mošé Qimḥí y David Qimḥí, que el Levita depura y le da la forma en la que sería posteriormente recibida. El Sefer ha-Baḥur es una obra que no recoge detalles excesivos o cuestiones marginales, reservadas para פִּרקֵי אֵלִיָּהוּ Pirqe Eliyahu, sino que expone el núcleo de la morfología hebrea.
No obstante, queda claro que el Levita escribió la obra para judíos ya versados en hebreo pues carece, como es un rasgo fundamental en las gramáticas hebreas en latín hechas por cristianos, de una introducción a la escritura y la fonética. Para suplir eso, S. Münster antepone al Sefer ha-Baḥur su Institutio elementaria in Hebraicam linguam, que había publicado de manera independiente un año antes en Basilea con el mismo editor. La obra se complementa con un breve tratado sobre los acentos también a cargo de Münster y una Tabula como herramienta de consulta rápida de la morfología.
La labor de Elías Levita abarca cuanto el estudio del hebreo en el humanismo puede requerir. Ejerció no sólo de profesor sino también de impresor y corrector de pruebas; editó, perfeccionó y actualizó las obras de sus antecesores, como el Sefer ha-Šorašim de D. Qimḥí, y produjo las suyas propias, como el Meturgeman (1541), el diccionario arameo más importante de su momento, o el Tišbi (1541), un léxico de hebreo postbíblico. El Levita destaca, además de por sus trabajos estrictamente gramaticales o lexicográficas, por su Masoret ha-Masoret (1538), considerada unánimemente su obra magna. En ella no sólo traza una historia de la masorá sino que alcanza algunas posiciones sobre las que judíos y cristianos discutirían durante los siguientes trescientos años. En efecto, el Levita demuestra que la vocalización de la Biblia hebrea es muy posterior a su estructura consonántica.
Por su papel como transmisor y como creador, así como por sus contactos personales y profesionales, Elías Levita es una figura sin la que es imposible comprender el florecimiento del hebraísmo cristiano a comienzos del siglo XVI.
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